Se logró. El objetivo máximo desde que arrancó la competición, se logró. El primordial, también. Y quizás alguno que no estaba en mente, también fue conquistado.
Un torneo que fue creciendo en intensidad con el correr de los días, desde la pasividad y la alegría de ver a la Generación Dorada como local enfrentando a Paraguay, hasta la clasificación a la segunda fase, a las semis luego, el clásico perdido, el durísimo encuentro contra Puerto Rico y la coronación final.
Desde el no saber si Fabricio Oberto iba a llegar en condiciones, como respondería Luifa Scola con la poca preparación, hasta la torcedura del Chapu Nocioni, los diez partidos en 12 días, la edad de nuestros "muchachos" y distintas dudas que se fueron despejando.
El sábado fue el partido clave: si bien la Argentina pudo sacar una diferencia que le pemitía manejar las acciones, aunque no relajarse, el ímpetu del público por consagrar la clasificación a los JJOO y sobre todo, el empuje y talento desplegado por el rival, hizo que se movieran las estructuras y se paralizaran los corazones hasta que finalmente sonó la chicharra. El final 81-79 a favor dió la aparente tranquilidad de conseguir el objetivo pero como no pedirle a este grupo vengar la derrota ante el clásico rival y dejar la Copa por segunda vez en casa.
El domingo fue otra historia: porque confluían las sensaciones de sosiego por tener el pasaje en el bolsillo, pero el festejo no podía ser completo de perder ante Brasil. Igualmente a falta de 10 segundos todo parecía resuelto, pero el inteligente planteo de los de Magnano nos mantuvo en vilo, en el momento que qizás fue auge en la historia de nuestro basquet: los 5 segundos más emotivos. Porque puedo asegurar que el fútbol se había corrido del primer plano y en el estadio y en todas las casas y los barrios, la gente empujaba para que este increible grupo de talentosos pudiese gritar Campeón en el Polideportivo de Mar del Plata, y cuando la confirmación llegó, no se pudieron contener las lágrimas.
Un torneo que fue creciendo en intensidad con el correr de los días, desde la pasividad y la alegría de ver a la Generación Dorada como local enfrentando a Paraguay, hasta la clasificación a la segunda fase, a las semis luego, el clásico perdido, el durísimo encuentro contra Puerto Rico y la coronación final.
Desde el no saber si Fabricio Oberto iba a llegar en condiciones, como respondería Luifa Scola con la poca preparación, hasta la torcedura del Chapu Nocioni, los diez partidos en 12 días, la edad de nuestros "muchachos" y distintas dudas que se fueron despejando.
El sábado fue el partido clave: si bien la Argentina pudo sacar una diferencia que le pemitía manejar las acciones, aunque no relajarse, el ímpetu del público por consagrar la clasificación a los JJOO y sobre todo, el empuje y talento desplegado por el rival, hizo que se movieran las estructuras y se paralizaran los corazones hasta que finalmente sonó la chicharra. El final 81-79 a favor dió la aparente tranquilidad de conseguir el objetivo pero como no pedirle a este grupo vengar la derrota ante el clásico rival y dejar la Copa por segunda vez en casa.
El domingo fue otra historia: porque confluían las sensaciones de sosiego por tener el pasaje en el bolsillo, pero el festejo no podía ser completo de perder ante Brasil. Igualmente a falta de 10 segundos todo parecía resuelto, pero el inteligente planteo de los de Magnano nos mantuvo en vilo, en el momento que qizás fue auge en la historia de nuestro basquet: los 5 segundos más emotivos. Porque puedo asegurar que el fútbol se había corrido del primer plano y en el estadio y en todas las casas y los barrios, la gente empujaba para que este increible grupo de talentosos pudiese gritar Campeón en el Polideportivo de Mar del Plata, y cuando la confirmación llegó, no se pudieron contener las lágrimas.
Se llegó a ese punto cúlmine de un grupo de muchachos que dejó todo por la camiseta y la bandera, que priorizó el colectivo por sobre el individual, que se jugó en momentos clave, que realzó el sentimiento argento. Y se notó, vaya que se notó. En las caras infantiles desbordantes de alegría de los Manus, de los Luifas (MVP por 3ra vez consecutiva), de los Chapus, de los Lancha, los Oberto, los Prigioni. Nadie quedó ajeno a la algarabía popular enarbolada tras un deporte distinto del de siempre. Fue un regocijo necesario, fue el agradecimiento hacia ellos, fue "el final". Si, entre comillas, porque como no pedirle algo más, aunque hayan dado todo. Como no pedirselo si lo van a hacer igual. Londres, allá vamos
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