Pareciera estar embrujada. Ni siquiera el hecho de haber ganado el dobles por primera vez en 4 finales (se perdió en EEUU, Rusia y Mar del Plata) sirvió para lograr la hazaña. Es que a esta altura, la Copa Davis se convirtió en una utopía que se deja acariciar, pero siempre termina resultando imposible. Como en aquel debut finalista con Vilas y Clerc peleados y no pudiendo derrotar a McEnroe y los suyos. O como en Moscú, donde Safin hizo los deberes para quedarse con el trofeo en casa. O como la más dolorosa y cercana final de Mar del Plata, donde se corrió el eje y esta Armada (sin su mejor interprete) nos dejó con las manos vacías. Aunque hay muchas más historias, estas fueron las más cercanas.
El quinto punto se arrancaba a jugar antes que el cuarto y los lugares comunes para las especulaciones eran fundados, porque el tandilense, nº 11 del escalafón mundial empezó apabullando al mallorquín, tanto es así que en poco menos de una hora, el primer set estaba pintado de celeste y blanco por 6-1.
La mano parecía favorable, con un quiebre a favor y un saque casi impecable para el 1-0, 40-0 que empezaba a dibujar el segundo set hasta que llegó ese punto fatídico en el que el 2º del mundo apretó su puño izquierdo y todos sabíamos lo que podía venir.
El talento inconmensurable de Nadal logró arrastrar el set hasta sus manos y al cabo del segundo, todo estaba en pardas. El tercero iba a ser decisivo, el español lo sabía y será por eso mismo que ajustó la mira, la precisión y devolvió las gentilezas para llevarselo por 6-1.
El cuarto fue el más emotivo, porque Delpo hizo todo para estirar la definición e incluso llegó a quedar 5-4 arriba pero todo derivó en un tie-break que Nadal sacaría adelante por 7-0. Un final de 1-6, 6-4, 6-1 y 7-6 (0) para la quinta Ensaladera para España y el cuarto subcampeonato para nosotros. Se termina el ciclo de Tito Vazquez y arrancará una nueva etapa en Alemania, en Febrero. Ojalá sea la historia que nos tenga reservada, la página más gloriosa.
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