skip to main |
skip to sidebar
El equipo de Sabella logró igualar con su par boliviano y de esta manera, cerró con saldo positivo esta nueva ventana mundialista. Brasil 2014 está cada vez más cerca.
Argentina superó el escollo y se sacó la angustía que arrastraba desde la Eliminatoria pasada. Con el 1-6 consumado (la mayor mancha del ciclo Maradona) tuvo que sufrir para llegar a Sudáfrica. Esta vez, la historia parece ser totalmente diferente.
Si bien arrancó con manejo de balón, poco a poco los albicelestes fueron empezando a sufrir las consecuencias de la altura paceña, un estigma para los argentinos. Sin embargo, el equipo se sostuvo a través del inmenso despliegue físico que ostentaron Mascherano y Di Maria, dos maquinas que no dejaron metro sin recorrer.
La historia empezó torcida, ya que Martins (a esta altura, un verdugo) abría el marcador para poner en ventaja a los locales. Pero, sin volverse locos y poniendo lo que hay que poner, el conjunto nacional concretó la igualdad, tras un cabezazo de Banegas, sobre el final de la primera etapa.
El epilogo fue una sucesión de intentos vergonzosos por parte de los dos equipos, ya que el punto terminaba conquistando a todos: a los locales, por el poderío argentino; a los visitantes, por el miedo a la altura.
Messi tuvo un mano a mano sobre el final, pero se quedó sin piernas (justo él) y el team de Sabella certificó su paso firme, cada vez más, hacia el Mundial.
Juan Carlos "Cotón" Rebeco retuvo el cinturón de campeón mosca de la AMB al vencer por puntos al japones Masayuki Kuroda.
El mendocino viajó hasta Oriente para presentarse en un reducto que le es ajeno a los argentinos en el último tiempo (fue la primera pelea en 10 años de un exponente nacional en aquel país) con la intención de defender su cetro por segunda vez.
Y vaya si lo logró. Con fallo unánime de los jueces de la pelea, logró retener su distinción, basándose en un impecable estado físico, para bancar los rounds que tuviera por delante, una excelsa técnica, buenos desplazamientos y certeras combinaciones, que hicieron mella en el cuerpo de su rival.
Así, el resultado estuvo cantado desde antes de la campana final, que llegó para confirmar todo lo bueno que había realizado el púgil de Malargue durante los 12 rounds.